jueves, 2 de septiembre de 2010

Historia: Rosa marchita (Continuación de Rosa roja)


Maldita sea. Pensé. Me maldije a mí millones de veces. Fuí un idiota. Dulce no quería hacerme daño, pero ya me lo había hecho. Corrí desesperado toda la noche sin comer ni beber nada por las calles de la ciudad. No paraba de llorar. Aún no lo podía creer muy bien.  Quería morirme. Sin ella, mi vida era una auténtica mierda. Nunca una chica me había llegado tanto como ella. Cuando el sol asomó por el horizonte, fui a mi casa y ante las broncas de mis padres, subí a mi cuarto. Cogí papel y lápiz y le escribí una carta a Dulce:

'Para Dulce, la chica de mi vida:
Estoy enamorado de ti. ¿Qué hago si no puedo asimilar que tu no me quieras? Lo mejor será borrarme del mapa porque no voy a soportar verte con otro chico porque te quiero demasiado. No te preocupes porque será rápido y nadie se enterará. Ahora sé lo que se siente cuando estás enamorado de alguien y eres capaz de hacerlo todo por esa persona, incluso morir y no molestarla más. No enseñes esta carta a nadie porque no tienes la culpa de esto. La tengo yo por enamorarme de quién no debo. Sé muy feliz. Y guarda la carta para recordarme. Te quiero.

Ricardo.'

Minutos después, envié la carta. Con la mirada cabizbaja y seguro de mis actos, me dirigí hacia la vía del tren. Ni siquiera disfruté de mis últimos minutos de vida. SOLO QUERÍA MORIR, MORIR Y MORIR. El tren se veía a lo lejos. No me paré a pensar las consecuencias que traía morirme. No importaba. Tampoco tenía mucho que perder. No era nada sin Dulce, no era nadie sin ella. Con lágrimas en los ojos, salté a la vía en el momento de llegar el tren y el último recuerdo que tuve en ese momento fue el del tren frente a mi como diciendo 'Llegó tu hora'. Suena paranoico pero fue así.

Ni siquiera sé si Dulce llegó a leer la carta pero espero que sí. En cuanto al suicidio, al mes estaba olvidado.

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