lunes, 9 de julio de 2012

Una experiencia más al cajón del alma (Semana 1)

¡Quién me iba a decir que les cogería tanto cariño! La verdad es que son gente maravillosa... aunque empezaré por el principio...La cuestión es que hace algunas semanas, cuando el instituto vivía su semana de mayores exámenes y el curso escolar llegaba a su fin, me planteé vivir una nueva experiencia durante el verano. Como tampoco tendría que hacer mucho en las mañanas veraniegas excepto dormir y descansar, decidí apuntarme para comprobar lo mucho que podría influir en mi vida personal. Y parece que el plan está dando resultado. ¡Os hablo del VOLUNTARIADO! Antes de seguir, quiero deciros que lo que estáis pensando (que si no me pagan, que si pierdo el tiempo...) Simplemente, no lo hago por el dinero. Lo hago por vivir experiencias nuevas y crecer como persona, que me hace falta. La cuestión es que elegí el voluntariado de dar compañía a ancianos, junto con una amiga. Rellenamos el papeleo y después de un día de presentaciones de instalaciones y demás, empezamos un martes 3 de julio, del año 2012. En mi caso voy a la residencia tres días a la semana, de diez a doce y media o una. Mi trabajo consiste en entretener a los ancianos y hacer que se sientan mejor. La verdad es que siempre fui un chico muy sociable y divertido, y las monitoras estuvieron de acuerdo en que esa misión era ideal para mí en cuanto me vieron entrar. 

3 de julio de 2012
Fue el primer día y la verdad es que lo recordaré siempre como el más sorprendente hasta la fecha. Estaba nervioso y miles de ideas rondaban en mi cabeza dispuestas a ser sacadas una por una. Nos mandaron a mi amiga y a mí a una sala en la primera planta. Era una especie de salón donde los ancianos veían la televisión. La mayoría siempre dormían, cansados y aburridos del rutinario día a día. Las enfermeras nos dijeron que los sacáramos al pequeño patio/terraza que había al lado del saloncito. Y eso hicimos. En cuanto todos estuvieron colocados, empezamos a hablar de viajes, de estudios y de lenguas y tradiciones. La mayoría de ancianos eran mujeres y estaban encantadas de recordar buenos tiempos. C. era la más fiestera de todas. Le encantaba bailar y contar historias divertidas. Era la que más ímpetu tenía y la que mejor se divertía. También estaba J., un cielo de mujer. Me dio muchos consejos y le encantaba corregir a C., que en algunas canciones se equivocaba. También parecía la más soñadora. T. y su marido siempre estaban en la planta superior, en la terraza, a veces con gente y a veces solos. T. era una gran matemática, le encantaban los números. Su marido era más callado. También estaba R., que tenía sangre de Galicia y de Italia, lo que me volvió loco, ya que adoro tanto a los gallegos como a los italianos. Me deleitó con unas palabras en gallego, que hicieron que me derritiera de dulzura. An. parecía ser la más divertida después de C.. Me recordaba bastante a mi abuela, pues se parecía un montón a ella. Luego estaba L., una mujer que su edad no le permitía hacer muchos esfuerzos, pero que derrochaba inteligencia y sensatez por los cuatro costados. Su marido, At. era un hombre alegre y simpático. Este matrimonio llegó a emocionarme, ya que L., debido a su edad, no podía hablar mucho. Cuando At. le preguntó que quién era él para ella, L. le dijo: mi marido. Sólo dijo esas palabras en toda la mañana. A veces me sorprendo de la fuerza del amor, que por mucha edad y enfermedad que tengas, siempre te acordarás de la persona con la cual has compartido toda tu vida, en este caso, 60 años juntos. Jo. era la más apartada, lo cual cambió al tercer día. Ro. era también divertida y siempre se estaba riendo, cosa que me impactó bastante para bien. F. era callada también, pero nunca te negaba una sonrisa. A P. le gustaba mucho hablar con las enfermeras. Cuando terminamos de echar un buen rato con los ancianos de arriba, nos bajamos a la planta baja, donde había un patio enorme, las cocinas, las oficinas, algunas habitaciones y el comedor. En el patio se encontraban algunos abuelos que dormían o tomaban el Sol esperando el almuerzo. Me encontré con Alf., la menor de todas las ancianas de la residencia, que amaba leer y siempre decía que su nombre era una desgracia. También conocí a M., que me contó su vida en sus años jóvenes, cuando él trabajaba fuera. Otros con los que menos hablé fue Lo., que odiaba el pollo y un señor que me dio mil veces las gracias por acomodarle la alpargata. Mi primer día fue estupendo, lo debo de reconocer. Y espero que así sean todos.

4 de julio de 2012
Me levanté de mal humor, no se por qué. Supongo que me debería de acostumbrar, ya que esto es lo que me espera durante todo el verano. Mi amiga esta vez se ausentó durante el tiempo que tocaba estar en la residencia, y yo, me bajé abajo a jugar con Mn. al domino y a la oca. Era un hacha, el tío. Adoraba los juegos de mesa. También hicimos una excursión a su habitación para encontrar más juegos de mesa. Las habitaciones eran fabulosas. No eran lujosas, pero tenían lo necesario para vivir. Y eso en estos tiempos es fabuloso. También había habitaciones para matrimonios. Total, un pequeño hotel encerrado dentro de una residencia. Después de jugar con M. conocí a Patr., que hasta ahora, era la mujer que conocía que más deprimida y llorosa estaba. Se quejaba de que llegada su edad, no servía para nada. Me costó consolarla. Gracias al cielo tuve ayuda de S. , su gran amiga. Parecía que los cumplidos le encantaba a Patr. En el comedor me encontré con Ros., que adoraba dibujar y me enseñaba todos sus dibujos cuando los coloreaba, y con Rs, que amaba bordar y coser y todo lo que estuviera relacionado con ello. No paró de decir que yo tenía los ojos bonitos y llamó 'potingue moderno' a la gomina. Que grande. Estuvimos hablando sobre la juventud y sobre mis amores. Antes de irme, subí a ver a T., que me dijo al llegar que 'me echaba de menos'. Llevaba un día en el voluntariado y ya me echaban de menos. Me emocioné. Comprendí entonces la compañía que les faltaba. Le prometí subir a verla antes de irme, y así lo hice. Y sentencié otro día más con un estupendo sabor de boca. La directora de la residencia nos trajo a mi amiga y a mí materiales para manualidades. La bomba de la creatividad había explotado en mi cabeza.

5 de julio de 2012
Jueves y último día de voluntariado EN ESA SEMANA. No me levanté muy bien que digamos, pero llegar allí me alegró el día. Mi amiga estaba de vuelta y las manualidades fluían en nuestros pensamientos. Ese día iba a ser grande. Entramos en el comedor y cogimos la caja de materiales. La sacamos al patio para ver lo que podíamos aprovechar. Cogimos algunos lápices y ceras de colores, papel arrugado, de seda y tijeras. Nos subimos a la primera planta y junto con las demás ancianas del primer día y Te., que no estaba la otra vez, empezamos a fabricar y recortar margaritas de papel de seda. Jo. demostró ser una gran artemaníaca, puesto que las manualidades se le daban genial. T. hizo sus sumas y sus cuentas, y le prometí que les pondría el martes siguiente restas. Te. y Ro. colorearon, al igual que L. Después de hacer las margaritas, nos dimos cuenta de que no había pegamento en la residencia. Mientras mandaban a comprar, necesitábamos mi amiga y yo idear otro plan. Se me ocurrió que podríamos hacer flores a tamaño real con papel arrugado y de seda, y así lo hicimos. Ella optó por ayudar a colorear a P. y a F. Con ayuda de todos ellos, hice las flores y se las entregué. La estampa final era maravillosa. Todas cantando y alegres con sus flores en mano. Ese día se lo habían pasado en grande. Habían disfrutado como niñas pequeños. Había sido mi mejor día hasta ahora, donde todos nos lo pasamos genial y mil veces genial. Al terminar el tiempo, un señor que pareció ser el conserje nos entregó pegamento en barra. ¡El pegamento llegó tarde! Aunque para el martes pegar las flores estaba muy bien. Y seguro que también quedarían como las otras, geniales.