sábado, 16 de octubre de 2010

Silencio eterno


Cada vez que te veo, que te miro fíjamente en tu dulce mirada se me iluminan los ojos de alegría, de felicidad. Quiero hablarte, quiero acercarme a disfrutar de tus lindas palabras y presenciar el sabor de tu aliento. No sé si lo que siento es algo bueno, malo o regular, pero de lo que estoy seguro es que me traes por el camino del silencio eterno. Un silencio que no me atrevo a romper, por miedo. Cada día, te veo. Tus ojos son como dos esferas que esperan amor y ternura mientras que tu boca es de dulce, tan dulce... ¿Por qué no me atrevo a hablarte, a mirarte a la cara en frente tuya? Solo me conformo con tu dulce mirada de lejos y tu ni te molestas en mirarme. Si supieras las ganas que tengo de que seamos algo, me conformo con la amistad. Pero soy demasiado tímido para entablar conversación contigo, demasiado cobarde para el amor, demasiado cobarde para la amistad. Soy muy sociable, pero esta vez tu me debilitas. Eres tan especial que si llego a oír una palabra tuya de tu boca me haces el hombre más feliz del mundo.

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