Qué criatura tan lastimosa es el hombre; nace con plena conciencia de su propia mortalidad, y por lo tanto se ve condenado a vivir durante toda su existencia temiendo a lo desconocido. Impulsado por la ambición, con frecuencia desperdicia los preciados momentos que posee. Haciendo caso omiso de su prójimo, se complace en exceso en su egoísta afán por conseguir fama y fortuna, y permite que lo seduzca el mal para llevar la desgracia a las personas que ama de verdad; su vida, y tan frágil, siempre está pendiente de un hilo, al borde una muerte cuya comprensión no le ha sido dada. Todo nuestro poder y todos nuestros deseos, esperanzas y anhelos terminan muriendo con nosotros, enterrados en la tumba.
El testamento maya, Steve Alten
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