Abrí mis ojos y observé que estaba fuera de todo lo que me rodeaba cada día, cada semana, cada mes y cada año. Era un ambiente nuevo, un ambiente que nunca he sentido nunca. Era como si estuviera viviendo otra vida, como si la rutina hubiera desaparecido. Me sentí feliz y con ganas de no volver al pasado, al cautiverio de todos los santos días. Entré y miré a mi alrededor. Era grandísima y tenía muchas habitaciones. Era maravilloso. Me sentía como un rey, un auténtico rey. Tres días fueron los que estuve fuera de casa. Después de cinco años, volvía a tener ganas de pasarlo bien y de no volver a lo de siempre y a lo rutinario. Aprendí muchas cosas, cambié algunas costumbres y observé que hay muchos tipos de gente. Cuando fui al centro, observé que hay personas con un diferente punto de vista en el amor, la fidelidad, el sexo...Aprendí que en esta vida tienes que aprovechar al máximo las oportunidades y que nunca las tienes que dejar pasar, porque cuando se pasan rara vez vuelven. A través del cristal de la ventana del coche vi como mi rutina volvía a mi. Me quise quedar y no volver, pero no pudo ser. Tu día a día te va a acompañar a donde quiera que vayas. Si algún día lo evitaras, lo echarías de menos. Aunque el que verdaderamente quiera librarse de su día a día, empezará a ser feliz cuando se libere.
Somos un juguete del destino.
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